Tomemos una mirada crítica hacia la historia de nuestro querido país, Puerto Rico.
Puerto Rico no ha tenido un proyecto de país desde el controvertible Proyecto Manos a la Obra. No ha habido un movimiento ideológico importante, ni una gran visión guía para el mejoramiento de nuestro pueblo desde entonces.
La política partidista nos ha fallado. Los partidos establecidos no han propuesto una visión abarcadora para la isla desde sus primeras victorias electorales. Desde entonces, nos hemos conformado con promesas de cambio y el vago sueño del estatus político. No han sentido una razón para retar el status quo.
Carecemos de filosofía. Carecemos de identidad. Carecemos de dirección.
Naturalmente, esto se refleja en todas nuestras instituciones. La Universidad de Puerto Rico es un buen ejemplo. El último presidente que parecía entender la misión de la universidad fue Jaime Benítez Rexach. Con las palabras de Ortega y Gasset reverberando por las aulas, parecía haber un entendimiento profundo del valor cultural y social de la UPR. Este era el gran proyecto inclusivo que engendraría ciudadanos cultos que guiarían este barco hacia nuevos horizontes. Era el nacimiento de nuestro país.
Hoy, la universidad se encuentra en estado avanzado de descomposición. La más prestigiosa institución de investigación científica en Puerto Rico, Ciencias Naturales en Río Piedras, parece haber salido de The Walking Dead. Nuestras aulas carecen de necesidades básicas y mucho menos las modernas. Hasta los baños están sin luz. Nuestros laboratorios ni siquiera tienen estaciones de lavado ocular que funcionen, pero no hablamos de eso. La biblioteca de Naturales, hogar de nuestro conocimiento, no ha abierto completamente desde la pandemia. Nuestro Centro de Estudiantes es una ciudad fantasma en comparación con lo que solía ser.
En muchos sentidos, nuestro cuerpo estudiantil es más pasivo que nunca. Muchos de nosotros solo vivimos y sobrevivimos académicamente en estas condiciones, en un estado de desilusión constante. Desde la pandemia, ha habido varias generaciones de estudiantes que no saben qué es un Jueves de Río. Que nunca han presenciado una huelga estudiantil exitosa, sin contar las últimas que han sido cortas y poco apasionadas. Que no han podido desarrollar ese amor por la Universidad, nuestro segundo hogar.
Al igual que el barco naufrago que la alberga, la universidad está tomando agua rápidamente. Los recortes presupuestarios, los bench-warming apparatchiks y la burocracia kafkiana son los "altos" estándares a los que se mantiene nuestra institución. Nuestra universidad ha perdido su raison d'être. ¿Cuándo fue la última vez que vimos a nuestra presidencia entender y cultivar esta misión?
En resumen, el gran proyecto social de iluminación, el que nos destinaba a la grandeza, fracasó. Para muchos, tristemente incluyéndome a mí, es meramente un estado transitorio entre la escuela secundaria y la mudanza a los Estados Unidos. No hay un proyecto de país, y sin un proyecto de país, no hay un proyecto de universidad.
La dificultad de conocer esta información es que coloca al lector, al individuo comprensivo, en una posición de responsabilidad. Comprender esta información te golpea en las entrañas. Te martilla en lugares incómodos que sabes que tienes pero, perhaps, no querías admitir existen.
Esta es la profunda dificultad de conocer. Saber pero no actuar se llama complicidad. Todos somos responsables.
Nos falta visión.
Nos falta misión.
Una gran tarea social que vaya más allá del estatus o la política partidista.
Nos falta el ímpetu para no solo sobrevivir, sino prosperar.
Nos falta proyecto de país.
Nos falta proyecto de universidad.
The fish rots from the head down.
¿Donde comenzamos? ¿Por cuál esquina atacamos el problema? ¿Que puedo hacer yo? Esas son las preguntas que duelen, pero tendremos que sufrir hasta iluminarnos.
Puerto Rico es una sociedad en piloto automático. Una nave naufraga. Un barco a la deriva. Y todos somos cómplices.